martes, 14 de julio de 2009

Recordando a Neruda

Ricardo Eliezer Neftalí Reyes Basoalto, más conocido como Pablo Neruda, nació el 12 de julio de 1904, y según astrotheme.fr a las 14 horas. El poeta nació en Parral, en la Región del Maule, Chile.

No conozco Parral, pero siempre lo imaginé como un lugar húmedo, con la tierra oscura debajo de los árboles, con frío en invierno y con tortillas de rescoldo, con niños de rodillas manchadas por la tierra y el agua, corriendo entre la alta vegetación. Y todo porque Neruda y mi papá vienen de Parral, y ambos tienen padres ferroviarios, y entonces ese lugar que quizás no se parece en nada a mi fantasía, de sólo escuchar su nombre, imagino uno de esos auto-carriles antiguos internándose en el follaje, huelo eucaliptos, oigo pájaros, me sumerjo en un bosque encantado y escucho a Neruda…

Bajo los volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el fragante, el silencioso, el enmarañado bosque chileno... Se hunden los pies en el follaje muerto, crepitó una rama quebradiza, los gigantescos raulíes levantan su encrespada estatura, un pájaro de la selva fría cruza, aletea, se detiene entre los sombríos ramajes. Y luego desde su escondite suena como un oboe... Me entra por las narices hasta el alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo... El ciprés de las Guaitecas intercepta mi paso... Es un mundo vertical: una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas... Tropiezo en una piedra, escarbo la cavidad descubierta, una inmensa araña de cabellera roja me mira con ojos fijos, inmóvil, grande como un cangrejo... Un cárabo dorado me lanza sus emanaciones metálicas, mientras desaparece como un relámpago su radiante arco iris... Al pasar cruzo un bosque de helechos mucho más alto que mi persona: se me dejan caer en la cara sesenta lágrimas desde sus verdes ojos fríos, y detrás de mí quedan por mucho tiempo temblando sus abanicos... un tronco podrido: ¡qué tesoro!... Hongos negros y azules le han dado orejas, rojas plantas parásitas lo han colmado de rubíes, otras plantas perezosas le han prestado sus barbas y brota, veloz, una culebra desde sus entrañas podridas, como una emanación, como que al tronco muerto se le escapara el alma... El universo vegetal susurra apenas hasta que una tempestad ponga en acción toda la música terrestre.

Quien no conoce el bosque chileno, no conoce este planeta.


Confieso que he vivido. Pablo Neruda.

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